Dijo Raúl Castro, quien aún pastorea al pueblo cubano, que Cuba entró en una fase avanzada de la miseria económica. Algo intrínseco al modelo comunista. Fue redundante.
Si el archipiélago cubano tiene que vivir un socialismo más crudo aún, entonces dirán: “Raúl Castro, los que vas a matar ni te podremos saludar” a miles de kilómetros del Coliseo romano.
Vivía en la isla cuando dejamos de ser neocolonia bolchevique y Cuba quedó a la deriva, una vez más, hasta que permitió que el dólar estadounidense circulara legalmente, hasta que nos llevó a un éxodo en agosto y septiembre de 1994.
En ese triste verano la televisión cubana daba el parte meteorológico haciendo énfasis, como nunca, en los detalles de las mareas para los que iban a lanzarse a esta travesía marítima. De manera oficial informaron hasta cuál sería el último día “legal” para viajar hacia la muerte o hacia la libertad.
También la policía habanera a orillas del mar, ayudaba a montarse en la balsa, recámara; o te decomisaba el artefacto con que vendrías al norte con el pretexto de que no era seguro para tu vida. El negocio de este cuerpo represivo era revender lo decomisado a otros inmigrantes impulsados a viajar por la involución revolucionaria de Fidel Castro.
¿Les preocupaba que llegaras vivo? Claro que sí, aunque no por humanidad. La base del verdadero interés por la vida de los balseros, ya calculada por el régimen Castro Ruz: estos serían el nuevo sostén de la dictadura tropical, a través de remesas familiares.
Aunque la estadía de la miseria acumula 60 años, cada cubano tiene historias al por mayor si vivió en Cuba el inicio de los 90’s; “después de los rusos» o “bolos»… las burlas por la tosquedad de los productos soviéticos no tenían límites.
Los años 1993 y 1994 fueron bautizados como años del Té… Te acuerdas cuando comíamos tres veces al día, Te acuerdas cuando el salario no era de 2 a 4 dólares (el dólar en estos años equivalía a 100 pesos cubanos) Te acuerdas cuando había luz para ver la novela, Te acuerdas cuando comíamos papas fritas, Te acuerdas de que casi vivíamos y ahora casi morimos … ¡Cómo ansiamos entonces los horrorosos artículos rusos! Nadie sabe lo que tiene… Pero empecemos con las anécdotas.
Un médico, representante de la salud pública cubana, visitó una escuela primaria en el municipio costero de Nuevitas, en Camagüey. Se percató de que casi todos los niños de dicho plantel tenían una mancha amarilla alrededor de la boca. Indagó hasta encontrar su origen.
Resulta que cerca de esta escuela vendían “durofrío” con sabor a mango. Pero esta fruta no mancha la piel. Visitó la casa de la señora que hacía esta refrescante merienda. Y le compró uno. Aquello no sabía a mango. Era sólo un trozo de hielo muy dulce. Descubrió que los durofríos, tenían los siguientes ingredientes: agua, azúcar y tabletas de Robotina.
La robotina era un medicamento para infecciones en los riñones de adultos, fabricado en Cuba. Por su color amarillo intenso se utilizaba también para teñir ropa hecha de sacos de harina de trigo. Tenía un fijador al estilo de la dictadura; invariable e incapaz de algo positivo.
Del diminuto zoológico del Casino Campestre, un parque natural urbano en medio de la ciudad camagüeyana, en 1993 se comieron a Pancho, un león en los huesos por la dieta de Fidel. El comandante en Polvo, mandó a sembrar boniato frente a las jaulas de los felinos de todos los parques de Cuba. Los leones a la fuerza se convirtieron en vegetarianos, creo que más bien en veganos.
Se desató el beriberi. Parecía algo extraterrestre. Una enfermedad, que si no eres un profesional en medicina difícilmente la conocieras. Fue el resultado de tanta hambre y la ausencia total de proteína en la dieta.
Era un lujo pagar una libra de arroz y comerlo solo casi siempre. Fuimos asiáticos en el Caribe. El beriberi tiene varios síntomas, pero implantó en Cuba la neuropatía periférica. Empezaron entonces, a falta de carne de res -la medicina natural para curar este raro padecimiento- a fabricar multivitaminas. Pero empezaron a vender pollitos para que los criaras en casa. Y como no había comida ni para la gente, se empezó a experimentar con las vitaminas para contrarrestar la neuropatía y cebar a los pollos. Era en vano. Sus vidas duraban lo mismo que la felicidad del pobre.
Los cerdos empezaron a sustituir a los perros. Se volvieron animales domésticos. Se criaban hasta en la bañadera o el lugar de ducharte en un apartamento. Una vecina mía tuvo uno durante casi un año en un cuarto piso, con el objetivo de matarlo y venderlo para comprar el vestido y los zapatos de la graduación de su hija en la universidad.
Se bañaron todo ese tiempo, los seis miembros de esa familia, en otro sitio del departamento que tenía un tragante en el piso, a un pie de la cocina.
Comenzaron los chistes, o memes de hoy. Decían que para sacar más ganancias, a los puercos los cebaban, les hacían una liposucción, vendían la grasa y seguían criándolos hasta después de varias lipoesculturas, entonces se sacrificaban y vendían su carne para comprar otros productos de primera necesidad.
¿Y qué comían estos animales? A veces lo mismo que los dueños. Plátanos hervidos con cáscaras y todo.
Parecíamos, millones de cubanos, salidos de las fotografías de los campos de concentración nazi. Los dirigentes rozagantes y Fidel Hitler Castro apretando la tuerca en cada discurso con los botones de la chaqueta a punto de estallar.
Por ese motivo de desnutrición forzada, cuando llegué a Estados Unidos y fui a sacar mi licencia de conducir, se me acercó una mujer para convencerme de donar mis órganos en caso de accidente. La miré sin pestañear y le dije: Señora, vengo de Cuba y no traigo nada sano.
El comunismo es Resistir, Resistir y Resistir. Así de inhumano, así de excesivo, con esa redundancia.
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Un comentario en “Cuba comunista estática en un precipicio”