Soy del grupo de mi amigo Ángel. Creo que allá en Cuba, ahora, también me sentiría extranjera. Aunque esté libre. Con un jefe de Estado electo por ese pueblo que hoy se iguala con la pobreza de Haití.
Nos hemos perdido la Patria por tanto tiempo, y aunque viviéramos dentro, nos la cambiaron de una manera que no se parece a Cuba.
Seis décadas es una vida, o una muerte. Fidel Castro y los que ahora la usurpan; como su hermano Raúl, o Miguel Díaz-Canel, no tienen piedad de Cuba. Poder y más poder los oxigena mientras el pueblo cubano está cianótico, sin aire limpio.
Hace más de una de década cuando visitaba a una amiga que vivía en una casa de dos plantas en La Habana, tocó el timbre de la entrada un señor que se notaba que vivía fuera de la isla. Nos dijo: “Aquella es mi señora —la mujer en medio de la calle mirando hacia arriba— aquí nació”, dijo él.
Enseguida salimos al balcón y la invitamos a pasar. Se tapó su rostro con ambas manos. Lloró un rato. Se calmó, el esposo bajó, mi amiga y yo también. Insistimos: Suba por favor. Nos miró con el dolor de un ser querido perdido: No puedo entrar, respondió.
Y continuó resignada: Mis padres murieron con el sueño perenne de volver. Son muchos recuerdos… No entraré ahora ni nunca más.
El matrimonio se fue. Cuando subimos nos miramos con tristeza y aquella casa nos pareció ajena. Cada rincón guardaba la esencia de una familia que se extinguía a lo lejos. Fue doloroso. Es doloroso.
Ya aquellos no eran sus vecinos. Ni la casa olía a ellos. El nuevo color era extraño. Nada les fue familiar. Sólo recuerdos que morirían con la hija de una pareja que construyó sus sueños allí, con la certeza de que ese hogar sería suyo para siempre.
Nos echaron de Cuba. No hay cabida aún para actuar, hablar, poseer bienes o creer o no seguir un credo libremente.
Dichosos los que estamos haciendo el cuento. Después de asesinatos, de muertes que nunca tuvieron un cuerpo… se perdieron en el mar, o en la nebulosa del mal constante del régimen comunista dictatorial Castro Ruz.
Esta fatalidad, aparentemente geográfica, se puede cambiar. Podemos ser una nación otra vez con la felicidad y el bienestar de los cubanos por encima de todo.
Necesitamos respaldo de gobiernos, países, pueblos que comprendan que el mal de América Latina tiene un manantial de sangre y pólvora en Cuba.
No busquen en otro lado. Esta desgracia tiene rostros, nombres que provocan todo tipo de sensaciones parecidas a las de un poseído por el diablo.
Es tan fácil como darle los días contados o un ultimátum a la crápula-cúpula de La Habana.
No permitir que Raúl Castro muera en su cama con sábanas de seda, acompañado hasta el final de rostros amados.
No permitir jamás que se repita la historia indignante del final de su hermano, el diabólico Fidel. Dicen que con su enfermedad pagó. Lo veo de una manera diferente que insulta el sentido común. Con 90 años en un país puesto a cero en todos los aspectos: humanos, sociales y económicos. De aquí lo dejaron ir repleto de deudas.
Imagino, si es cierto que lo incineraron, que la llama se apagaría mil veces. Que con una pócima de Lucifer el fuego se avivó hasta volverlo tierra.
Nos gustaría ver a este último Castro, PAGAR. Ahora, en vida. No creo, que si existe el infierno, tenga manera de cobrar tanta obra mal hecha. Ni contador humano ni divino de tanta maldad despiadada y cruel.
Cada vez que se sumaba un país reconociendo la paz en Venezuela, en cuerpo y alma de Juan Guaidó, pensaba en Cuba.
Mundo, mi Patria no puede más. Si 20 años ha sido demasiado para Venezuela y su pueblo hermano, imaginen que hemos vivido lo mismo dos veces más.
¿Qué 20 años no es nada? Que respondan los venezolanos. ¿Y 60? Por dónde comenzamos los cubanos. Si todo está tan dañado, que nos pondríamos a llorar un océano de un azul turbio por tanta sangre inocente.
Por eso, antes de escoger si mis cenizas estarán por los siglos de los siglos dentro de un adoquín al pie del Floridita salpicado de daiquirí por tanto brindis, o siendo espuma de mar, quiero ver al mundo entero con un objetivo claro: Cuba también será libre YA.
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Imagen tomada de Google
elnuevoherald.com
Un comentario en “¿Mis cenizas?… dentro de un adoquín en La Habana, al pie del Floridita”