Por IDAYSI CAPOTE
Elsa es la enfermera que se encarga de la curación de úlceras a los diabéticos en una policlínica de un pueblo cubano que padece desde hace seis décadas de fatalismo geográfico porque pertenece a la misma tierra que explotan los anticubanos hermanos Castro.
Para ella también es simbólico el salario que recibe por un mes de trabajo en territorio comunista; por este motivo tiene a la par un pequeño negocio ilegal de temporada.
Aprovecha la cosecha tomatera de Cuba -entre enero y abril- para abastecerse a sí misma, a sus colegas de trabajo, y a los vecinos de su barrio; del puré de tomate que confecciona como ingrediente base de la salsa de diversos platos, inventos culinarios o “matahambre” en la isla.
La garantía de esta rentable mini empresa consiste en el bajo precio comparado con la estafa en las tiendas del Estado usurpado, y en la minuciosa esterilización de las botellas de cerveza desechadas para que el producto envasado no se corrompa.
Estos frascos de vidrio los encuentra “buceando” durante todo el año en la basura del único hotel estatal y para extranjeros del pueblo. Elsa se prepara así ejerciendo esta labor de “buzo” o basurera; porque no quiere intermediarios, sino, ¿qué ganaría?
En esta última etapa de su producción ilícita utiliza el autoclave del laboratorio donde purifica las botellas vacías de Heineken y también el material de curación de los diabéticos que esperan a primera hora de la mañana para aliviar, casi siempre en sus piernas, peligrosas llagas.
Ella pasó la madrugada del lunes desinfectando 25 botellas. Algunas se hicieron trizas porque no reguló bien la temperatura, la presión, ni el tiempo del esterilizador.
Al principio de este proceso estuvo volando mentalmente en tiempo y espacio, mientras chateaba en WhatsApp con dos colegas que cumplen misiones médicas esclavas cubanas en países que pagan mejor que Cuba.
Aunque todo el personal médico se sabe estafado, Elsa pagará mil dólares por la izquierda para que la manden de misión. Ya sus hijos son adultos, ella pasa de los cincuenta años, y el Ministerio de Salud Pública cubana la tiene vetada porque “se manifiesta” y no calla ninguna injusticia, ni deja de criticar el inepto funcionamiento de todo lo que está mal en Cuba.
A pesar de quejas sobre su actitud, el director de la clínica la apaña, porque es una vaca sagrada de la salud, la consiente y la justifica con que está senil.
Elsa está cerca de la jubilación y le vende a su jefe la leche en polvo para que sus pequeños hijos crezcan con huesos sanos. Alimento que debe comprar este médico en el mercado negro por la maldición cubana de los niños que cumplen siete.
Si vas a la fiesta del séptimo cumpleaños de un niño en Cuba; lo felicita cada invitado, y no falta nunca “el chiste” o anuncio de mal augurio: ‘ya te quitan la leche’…
La maldición de los siete la implantó Fidel Castro. Total, si él y la familia entera en Punto Cero, cada uno de los cinco hijos de este dictador de dictadores con Dalia Soto del Valle, tuvo o tiene su vaca personalizada; así lo narró su guardaespaldas Juan Reinaldo Sánchez, en su libro: La vida oculta de Fidel Castro.
《Castro —se levanta rara vez antes de las diez o las once de la mañana— e inicia su jornada de trabajo hacia mediodía, suele contentarse con un té o incluso un caldo de pescado o de pollo.
En ocasiones también toma leche, como sus hijos. Leche casera: en Punto Cero esta bebida sale directamente de las ubres de las vacas que pastan en la propiedad.
Refinamiento supremo, cada miembro de la familia posee su propia vaca, con el fin de satisfacer el gusto individual de cada cual, pues la acidez o untuosidad de la leche fresca varía de un bovino a otro.
Resultado, la leche llega a la mesa en botellas numeradas, en trozos de papel pegados con celo, correspondientes a la vaca de cada uno.
La de Antonio lleva el número 8; la de Angelito, el 3. La vaca de Fidel es la número 5, que es también la cifra de su camiseta de baloncesto.
Imposible engañarlo con la mercancía: Fidel Castro posee un excelente paladar capaz de detectar de inmediato si el sabor de la leche no es conforme con la vez anterior》
Por vivir sin estos privilegios aristócratas, del sultanato Castro-Soto del Valle; Elsa, la enfermera mantiene su empleo.
Es la proveedora de muchos alimentos y artículos de venta ilegal de su jefe; de casi todo el personal de la clínica, de sus vecinos, de su familia, de su pueblo.
A las 8:00 am de este lunes de esterilización y chateo no tuvo tiempo de pasar por el autoclave el material de curación de sus pacientes, en su mayoría diabéticos.
Se persigna y abre las puertas de la clínica. Curará a todo el que ponga su dolencia en sus manos.
Foto tomada de Google
《》 “La vida oculta de Fidel Castro” Libro de Juan Reinaldo Sánchez
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