POR: IDAYSI CAPOTE
A casi 200 años del nacimiento del médico y científico cubano Carlos Juan Finlay Barrés, quien descubrió que la hembra del mosquito Aedes aegpyti es la transmisora de la fiebre amarilla; Cuba ostenta el invicto primer lugar mundial de criaderos de este insecto que también propaga con su picadura: el dengue, el zika, la chikungunya, y la muerte.
El camagüeyano Finlay, orgullo de la Mayor de Las Antillas, y nombre seguro en la medicina mundial; está considerado por muchos ganador de un premio Nobel que nunca se le entregó por injusticia y mezquindad humanas, después de siete nominaciones.
Finlay hoy rasgaría de un tirón las mangas largas de su camisa blanca, al poner sus manos en la cabeza por tanto horror delante de sus ojos; un siglo después de su muerte, ante una Cuba que involucionó.
Un día en La Habana de 2019, al epidemiólogo y también oftalmólogo como su padre inglés, se le hiciera muy difícil articular palabra a causa de la tartamudez que lo atormentó siempre; y se agravaría este trastorno del habla ante la ausencia de un sistema de salud que funcione, ante la insalubridad que exhibe la capital cubana, y Cuba entera.
Finlay quedaría absorto ante la realidad habanera donde se pueden contar más edificios de basura que de ladrillos.
Hombre erudito al fin, no encontraría lógica viendo agua estancada a falta de un sistema hidráulico del siglo XXI; excepto a una milla alrededor de cada hotel de lujo para extranjeros, donde no llega el bloqueo de USA, donde las piscinas las llenan con “agua bendita”… Allí no nacen larvas.
Al igual que las clínicas donde se atienden foráneos, para los que no faltan medicamentos, ni doctores de primera; ni artefactos que funcionen con piezas norteamericanas que burlan el selectivo embargo del imperio yanqui que afecta lo que le conviene denunciar públicamente al dictador Raúl Castro.
El pueblo de Cuba subsiste desde hace años con la atención médica por parte de estudiantes de medicina, o de recién graduados… algo inaudito e ilegal en países civilizados.
Los médicos especialistas son los mejores pagados a los Castro; y estos dictadores dejan en Cuba escasos profesionales de alto rango dentro de la medicina: en hospitales, clínicas y consultorios de barrios.
Carlos J. Finlay caería en una depresión que lo llevaría a la muerte al padecer a la vez; las cuatro desgracias controlables de Cuba: dengue, zika, chikungunya, y la falta de humanismo por el sistema comunista.
Comprobaría que su vida fue vivida en vano. Que su entrega a la investigación científica y el logro de descubrir que la picadura de una mosquita de siete milímetros causaba tanto daño entre los cubanos de entonces.
Comprobaría que la dictadura Castro-Comunista prolifera la muerte. Que no le importan las malformaciones congénitas como secuela del zika; la microcefalia del bebé que nace de una madre que lo padeció, con la cabeza del recién nacido del tamaño de uno sus diminutos pies.
Por órdenes de la Salud Pública cubana, proceden de esta manera:
Mujer embarazada que padeció de zika, se le interrumpe el embarazo en el primer trimestre.
Si el embarazo llega a término, cuando el bebé está por nacer, pero se detecta en un ultrasonido la microcefalia, se ingresa en sala de genética y con varias inyecciones atravesando el vientre de la gestante matan al feto. Duerme toda la noche con su hijo sin vida en su vientre. Deja de moverse. Al otro día, generalmente, hacen cesárea ;y no le muestran el hijo a la madre.
¿Y si fue un error humano?… Sólo ellos saben. Las consuelan con la frase indolente:
-Es mejor que no lo veas…
Estas embarazadas que van a sala de genética son privilegiadas. Están las futuras mamás que en sus hogares se les presenta el parto y viene el bebé al mundo en el hospital que haya cama vacía. Para ellas son impactantes las secuelas del zika que no detectaron en ningún ultrasonido.
Las verdaderas cifras de niños y adultos que han muerto por dengue, en Cuba no son declaradas al mundo en su totalidad.
El 3 de diciembre de 1833 nació en -mi tierra natal- Camagüey, Cuba; Carlos Juan Finlay Barrés. Por ello se escogió esta fecha como el Día del Médico. Así lo determinó desde 1953 la Confederación Médica Panamericana.
La vida de un hombre vivida para los demás necesita respeto, agradecimiento eterno, atención a su descubrimiento para ganar la batalla constante contra los ataques de la naturaleza.
Debemos recordar siempre que mujeres y hombres como Finlay, vivieron en este mundo para salvarlo, para salvarnos.
Imagen tomada de Google
https://es.m.wikipedia.org/wiki/D%C3%ADa_del_M%C3%A9dico
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