Por Idaysi Capote
El doctor Vázquez es subdirector de un hospital clínico-quirúrgico de La Habana.
Atiende sólo pacientes recomendados: presidentes de países amigos de la dictadura, embajadores extranjeros acreditados en Cuba, una parte de la clase dirigente de altos quilates de la cúpula-crápula-comunista, y todo el que cace al azar con pinta de rico por los anchos pasillos de Urgencias.
Los conocimientos del doctor Vázquez están casi vetados para la clase media y para las siete clases de pobres de cubanos.
Tiene pocas guardias; ¡pero las aprovecha y de qué manera!
Merodea por el parqueo de las ambulancias para extraer gasolina de sus tanques y abastecer revolucionariamente su automóvil.
El doctor ordena esta maniobra, y los choferes cumplen sin chistar.
Vuelve a la guardia y ve una embarazada tomando un aerosol indicado por un estudiante de medicina para el alivio rápido de la falta de aire.
Este profesor universitario indaga y se encoleriza hasta la enésima potencia porque el aprendiz de Ciencias Médicas le indicó a la joven mujer que podría irse a casa.
Vázquez está inconforme con tal diagnóstico; la futura madre no es asmática y presenta una falta de aire notable.
Es un médico-tránsfuga; pero clínico de primera. Comienza un interrogatorio para aclarar la causa de este síntoma.
Analiza una herida infectada en una de las axilas de la paciente y hace un *diagnóstico diferencial.
Llega a la conclusión de que tiene estafilococo en sangre y que su estado es grave. La ingresa en la sala de Cuidados intensivos para cuidar su vida y la del feto de 34 semanas.
El doctor Vázquez todos los lunes tiene consulta externa de neumología. Esta especialidad le hace tener un 5% de contacto con gente de pueblo. Pero más le vale a estos enfermos -casi todos con cáncer de pulmón- traer regalos a este comunista.
Un campesino le llevó un racimo entero de plátanos o bananas, y le dijo delante de sus familiares presentes en aquella pequeña consulta:
-Madrugaste para verme, y ¿esta basura es lo que traes?
Se hizo un silencio ante tal ausencia de sensibilidad que prometía ser largo. El paciente en estado terminal con una gran sonrisa lo invitó a su fiesta de despedida de este mundo.
Vázquez prometió ir si tanto trabajo lo permitiera.
Melva aparece en el hospital. Es su hija menor. Estudió violín en una escuela de arte habanera.
Vázquez usó sus influencias para lograr su matrícula; porque están reservadas para hijos de artistas, para parientes de la clase dirigente, o para quienes paguen una pequeña fortuna.
Melva quiere que le indique algún antibiótico porque no puede casi ni hablar por una infección recurrente en su garganta.
Vázquez hace un giro de personalidad y cae en un padre protector que odia los antibióticos para su familia. Las estadísticas a las que tiene acceso y no se divulgan en Cuba, delatan que varios niños cubanos padecen leucemia por uso y abuso de estos medicamentos recetados ante la más mínima infección.
La hija lo maldice ante la negativa y la explicación científica de progenitor. A ella sólo le importa curarse porque el quinteto de cuerda al que pertenece dará una gira por Europa.
Vázquez mueve sus contactos para anular la gira europea de su hija Melva. Ella le ha prometido quedarse en el país que pueda para huir de Cuba.
Él visita todos los sábados el apartamento de un matrimonio joven que trabaja en un hotel de Varadero.
Con el cuento de que viven de propinas tienen surtido el refrigerador al estilo del primer mundo. Esta visita le garantiza a Vázquez la proteína animal para los siguientes siete días.
Abre el congelador -sin pedir permiso- como Pedro por su casa y se auto abastece.
La pareja le rinde tributo comestible a cambio de asistencia médica de primera cada vez que la necesiten. Cuando uno de los dos se enferma, Vázquez vacía la nevera y sus bolsillos.
Este médico es militante del Partido Comunista de Cuba (PCC), y defiende la revolución cubana, aunque tenga que dar por ella la vida… no aclara nunca si la suya o vidas ajenas.
El doctor Vázquez es un modelo del hombre de-formado por el comunismo antillano. Está adaptado al trapicheo y cuenta estas hazañas de regateo y maneras mundanas con orgullo.
Vázquez hizo su juramento hipocrático; pero ha tenido que adaptarlo:
“Hacer de la salud del enfermo su primera y principal preocupación”
“no permitir que consideraciones de credo político o religioso, nacionalidad, raza, partido político o posición social se interpongan entre mis deberes profesionales y mi paciente;
En cualquier casa que entre, lo haré para bien de los enfermos, apartándome de toda injusticia voluntaria y de toda corrupción…
Pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza”…
Hipócrates anularía por lógica y sentido común este juramento en Cuba. La ética y el comunismo no coinciden en ningún punto de este universo.
Imagen tomada de Google
(*) diagnóstico diferencial es el procedimiento por el cual se identifica una determinada enfermedad mediante la exclusión de otras posibles causas que presenten un cuadro clínico semejante al que el paciente padece.
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El PCC de la Isla de Cuba es una banda criminal.
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